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Persona y Trolösa / Faithless

Persona y Trolösa / Faithless

"Persona": Elizabeth, una reputada actriz, parece haber perdido el habla durante una representación de la tragedia de Electra. En el hospital, asignan la tarea de cuidarla a Alma, una joven enfermera de 25 años. La psiquiatra que lleva el caso ofrece a Elizabeth su casa de verano para que se relaje hasta que decida volver a hablar, y envía a Alma con ella. Gracias al mutismo de Elizabeth, Alma se siente por primera vez escuchada y empieza a hablar.

Ingmar Bergman (1966) | En IMDB

 

"Trolösa" / "Faithless": Markus y Marianne son una pareja de unos 40 años felizmente casada y con una hija pequeña, Isabelle. El mejor amigo de Markus, David, es un habitual en la casa y mantiene muy buena amistad con ambos. Durante un viaje de trabajo de Markus, David se insinúa a Marianne, haciendo surgir en ella el deseo de una aventura.

Liv Ullmann (2000) | En IMDB

 

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"Persona" y "Trolösa" son dos películas muy alejadas entre sí, tanto en el tiempo como en la forma y el contenido. "Persona" fue escrita y dirigida por Bergman en 1966, cuando el director tenía 48 años, y constituye su ruptura definitiva con el lenguaje formal clásico que hasta ese momento había predominado en su obra. En cuanto al contenido, "Persona" explora el tema de la identidad humana a partir de conflictos y personajes de gran carga simbólica, lo que la convierte en una obra abstracta y experimental. "Trolösa", por su parte, es una obra de factura clásica y puesta en escena realista que trata un tema muy diferente, el del adulterio femenino, y que fue escrita por Bergman pero dirigida por su actriz fetiche Liv Ullmann en el año 2000, cuando el director sueco era ya un venerable octogenario.

Pese a sus diferencias, sin embargo, ambas películas tienen en común dos cosas: la primera es la presencia de mujeres infieles en su repertorio de personajes; la segunda, el similar tratamiento creativo en lo que a estos personajes se refiere, un tratamiento basado en la idea del desdoblamiento individual.

Sin duda en "Persona" la realidad de la infidelidad femenina aparece de manera mucho más anecdótica y tangencial que en "Trolösa", aunque no deja de estar presente. En una escena memorable, Alma, desinhibida por el alcohol, le cuenta a Elizabeth su secreto mejor guardado: durante unas vacaciones en compañía de su novio Karl-Henrik se vio involucrada en una improvisada orgía en la playa. Alma va añadiendo explícitos detalles a su relato ante la mirada muda y atenta de Elizabeth, a quien seguramente no se le escapa –como tampoco a los espectadores– el hecho de que el relato de Alma contradice totalmente sus propias palabras, con las que momentos antes ha asegurado serle fiel a Karl-Henrik.

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Y es que, en el momento de relatar la orgía de la playa, Alma aún se mantiene aferrada a su máscara, evitando darse cuenta de que su deseo la lleva por derroteros muy distintos a los que su «yo social» se declara adherido. Pero no tarda mucho en darse cuenta de que algo no encaja; al verbalizar la experiencia, la máscara de Alma se agrieta y ella intuye la falsedad de su constructo identitario: no es fiel, le gustaría serlo; la fidelidad es un valor que ella cree que debe tener, pero su deseo va en otras direcciones. Al intuir la existencia de esa máscara que ella misma se obliga a llevar, esa máscara que ella creía ser pero que no se corresponde con lo que ella es realmente, Alma se enfrenta a su escisión interior y se pregunta quién es: ¿es ella Alma, la enfermera y futura madre de familia, la mesurada y altruista cuidadora que nunca olvida ponerse crema antes de irse a dormir? ¿O es esa otra mujer sin rostro y sin nombre, sin historia ni roles asignados o asumidos, primordial y asilvestrada, cuyo deseo toma las riendas en inesperadas orgías? Alma percibe esa dualidad, la existencia de esa identidad oculta, obscenamente verdadera y amoral, que dinamita su súper yo y que traiciona sin piedad todo aquello en lo que ella se obligaba a creer. Pero incluso aquí, en el momento del re-conocimiento, es incapaz de asumir sin miedo la existencia de esa otra mujer. Es entonces cuando llora, angustiada y confundida.

Ese desdoblamiento, esa noción de ser también algo indomable que permanece adormecido bajo una máscara social moralmente correcta, aparece de nuevo en "Trolösa", aunque aquí se explora con mucho mayor rigor y conocimiento. En cierto modo, parece como si el relato de la playa en "Persona" fuera el embrión creativo de "Trolösa", la presentación de las inquietudes de esa chica joven que, confusa ante su propio deseo, no puede aceptar aún la existencia de lo que la mujer adulta ya ha reconocido como una realidad. Y es que en "Persona", Alma nos relata su primera experiencia en tanto que esa versión primigenia y sin refinar de sí misma, mientras que, en "Trolösa", Marianne asume calmadamente la existencia de esa otra mujer y se entrega a la descripción detallada de la experiencia de ser esas dos mujeres distintas, la social y la natural, a la vez.

Uno de los elementos distintivos de la experiencia de desdoblamiento de Marianne es la culpa maternal, y esta es una de las sofisticaciones que hacen destacar a "Trolösa" entre otras representaciones de infidelidad femenina. Marianne no sólo constata la existencia de esa fogosa mujer sin nombre, sino que además se ve obligada a confrontarla con su faceta de madre. La aparición de esta culpa en la protagonista es, al parecer, una aportación de Ullmann como directora, y lo cierto es que no sólo resulta reveladora a nivel espiritual, sino también inquietantemente lógica: ¿cómo no va a sentirse culpable una madre ante el hecho de estar llevando a cabo acciones que pueden poner en peligro la estabilidad de su hija y, por ende, su futura relación con ella? En la dicotomía adúltera-madre, Marianne siente que ser madre debería ser lo prioritario, pero sin embargo se ve arrastrada por la adúltera egoísta que antepone sus deseos al bienestar de su hija Isabelle. Y en ese infierno de remordimiento en el que se ve acechada por la certeza de no ser una buena madre, a Marianne le acosa la idea de que algún día su hija pueda juzgarla con la misma dureza e implacabilidad con que Alma, la protagonista de "Persona", juzgaría las actividades orgiásticas de esa otra mujer que alberga si esa otra mujer no fuera ella misma: «Veo a Isabelle, su rostro, y tengo miedo. Mucho miedo. Vuelvo en mí y pienso en algunas palabras terribles, como si estuvieran escritas en una pared».

Sin que estén presentes, visualizamos al instante esas terribles palabras futuras, esos insultos filiales, como si estuvieran escritos en la pared que Marianne evoca ante la soledad de su espejo. Pero lo remarcable es que Marianne, pese a sentir culpa por cómo su doble vida puede afectar a aquel ser del que ella es responsable, no la siente en relación a su doble vida per se. Tener a dos hombres no le parece mal; como ella misma confiesa, «era más fácil de lo que había pensado» y «si no hubiera estado tan moralmente adoctrinada, hubiera sido excelente». Marianne no tiene un motivo para ser infiel, pero lo es y lo disfruta; no es infiel porque sea infeliz, sino por diversión, por el puro placer de serlo: su «locura», como ella misma la define, «vino de ninguna parte» para acabar concretándose en dos intimidades paralelas y absolutamente compatibles: la de Markus, una intimidad familiar, apegada, de compañerismo y cariño duraderos; y la de David, nueva y apasionada, infatuada y encendida.

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A diferencia de lo que pueda parecer, "Trolösa" no es una historia de monogamia seriada: la relación matrimonial entre Markus y Marianne es, antes y durante la infidelidad, bonita y saludable, una relación en la que el sexo funciona muy bien y en la que aún hay arrumacos y atenciones. Y pese a que Marianne finalmente abandona a Markus para irse con David, lo hace sólo porque Markus descubre la traición y pide el divorcio, no porque ella crea que ambas relaciones son incompatibles. Algo parecido sucede en "Persona": tras la orgía, Alma prosigue con su vida sin reconocer jamás la infidelidad a Karl-Henrik, haciéndole creer que el fruto de esa tarde de sexo desenfrenado es de su novio. Tanto Alma como Marianne deciden compatibilizar, cada una a su manera y en función de su envergadura, su vida oficial con su vida oculta.

Otro elemento muy destacable que singulariza a ambas obras en el universo de la infidelidad femenina es que, en ellas, accedemos como pocas veces a los entresijos emocionales de la experiencia de ser infiel desde el punto de vista femenino. Por raro que parezca, esto es poco habitual: la mayoría de veces, como espectadores o lectores entramos en contacto con la realidad del adulterio femenino desde la perspectiva de los hombres que la sufren, que la contemplan o que están detrás de la representación de la misma; pero muy raramente se nos permite explorar el mundo interior de la mujer infiel con la profundidad con que lo hacemos en "Persona" y "Trolösa". Quizá tenga que ver con el hecho de que, en su mayoría, son hombres los que escriben, dirigen o ponen en el papel este tipo de infidelidad, pero en cualquier caso la profundidad y fidelidad con que ambas obras retratan el corazón femenino en "Persona" y "Trolösa" llega incluso a dejar en evidencia a otras muchas obras que, pese a ser excelentes, ofrecen en comparación un tratamiento de la infidelidad femenina mucho más superficial, o cuanto menos distante: comparada con Marianne, qué incomprensible parece ahora la conducta de Catherine en "Jules et Jim", y qué altiva e inalcanzable es Hélène de "La femme infidèle" en su trono de infidelidad burguesa; y comparada con la joven pero compleja Alma, qué infantil e inocua nos resulta ahora la linda Angéla de "Une femme est une femme".

Pero no todo son similitudes entre "Persona" y "Trolösa". La principal diferencia entre Alma y Marianne estriba en quién escogen para ser infieles. Mientras que en "Trolösa" se aplica a pies juntillas el mito fisheriano del «best man» con todos sus pormenores, en "Persona" Alma escoge como amante a un perfecto desconocido. Esto es extraño desde la perspectiva de Fisher, para quien lo primero tendría sentido evolutivo, puesto que constituiría una fuente secundaria de recursos –emocionales y materiales–, mientras que lo segundo jugaría en contra de los intereses evolutivos de la mujer, ya que podría suponer –como sucede con el embarazo no deseado– una inversión por parte de ella muy superior a la obtenida por parte de su amante desconocido. Pero aun así, es posible que la decisión creativa de plantear una situación de infidelidad femenina poco habitual sea preconcebida, y que responda a la necesidad del film de situar a sus personajes al borde del abismo identitario; y, en este sentido, ciertamente el hecho de que Alma se entregue a un desconocido sin otro propósito que el sexo por el sexo permite al personaje entrar en contacto con una realidad interior salvaje, inexplicable y desconocida, un deseo indomable que efectivamente existe en el alma femenina pero que rara vez se expone tan impúdicamente y que casa perfectamente con la historia.

Finalmente, cabe destacar el hecho de que tampoco "Trolösa" se escapa de un lugar común a otras muchas historias de adulterio femenino: la desgracia. El desenlace de "Trolösa" es trágico y doloroso como pocos, y todos los personajes se ven afectados por esa tragedia. Como en "The Postman Always Rings Twice", aquí Marianne sufre en primera persona las gravísimas consecuencias que su adulterio acarrea. Pero sin duda es Markus, el marido de Marianne, el que peor encaja la infidelidad de su mujer, pese a que él mismo ha sido infiel durante años. La diferencia entre la reacción de ambos miembros del matrimonio ante el conocimiento de la infidelidad del otro nos lleva a reflexionar de nuevo sobre la distinta incidencia que, en el mundo de la representación, parece tener el adulterio en hombres y mujeres: mientras que la identidad masculina suele presentarse como aniquilada por el adulterio femenino, ellas en cambio por un regular caen de pie como los gatos ante un marido infiel. Eso es lo que se ve en "Trolösa": Marianne no pierde mucho la compostura al conocer a la amante de su marido, Margareta; y en cambio Markus, tras enterarse de que su mujer también es infiel, pierde para siempre la fe en el matrimonio. Y es que ¿qué es el matrimonio sino fe en la unión? ¿Cómo puede creer Markus en esa unión si ya ninguno de los dos la respeta? ¿Qué sentido tiene darle coba a la mentira? Markus se hunde poco a poco en el mal y la miseria hasta acabar con la vida de los demás, especialmente la de Marianne e Isabelle, y la suya propia, tras haber renunciado a la fe y la esperanza. Tras haberse quedado, como indica el título del film, «trolösa»: faithless, sin fe.




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