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Angéla es una artista de variedades que vive con su novio Émile y mantiene una curiosa relación de amistad con el mejor amigo de éste, Alfred. Angéla y Émile se aman pero en su relación siempre hay tensiones que les llevan a situaciones de desapego pasajero y posterior reconciliación. Angéla y Alfred, por su parte, tienen una relación juguetona, casi infantil, en la que Alfred siempre dice estar enamorado de Angéla. Un día, ante la negativa de Émile a la idea tener hijos, la pareja se pelea y Angéla se entrega a Alfred.
Jean-Luc Godard (1961) | En IMDB
Como en tantas otras obras centradas en la infidelidad femenina, esta historia plantea un triángulo formado por una pareja y el mejor amigo de él, un tipo de relación que, a falta de un nombre mejor, podría denominarse «mito o paradigma del best man». En inglés, el best man es el padrino de la boda, y suele ser el mejor amigo del novio, su hermano u otro hombre cercano a él; es decir, un hombre parecido al novio y eventualmente –según Helen Fisher– un buen candidato a sustituirle en caso de que falte algún día. Hay muchas obras sobre la infidelidad femenina en las que «el otro» responde a este perfil de proximidad, entre ellas "Jules et Jim" (François Truffaut, 1962), "Betrayal" (Harold Pinter, 1978), "Damage" (Louis Malle, 1992) o "Trolösa" (Liv Ullmann, 2000).
En el film de Godard, este triángulo está formado por Angéla, Émile y Alfred. Angéla, la protagonista, es una chica mona, lista pero caprichosa y un poco inocente que usa sus encantos para ganarse la vida y para conseguir lo que quiere. Émile, su novio, es el clásico buen chico, masculino, independiente, poco hablador, a quien le gusta el fútbol, que su novia le prepare la cena y disfrutar de su libertad en un contexto de pareja sin compromisos ni hijos. Alfred, el mejor amigo de Émile, es una versión algo disoluta de éste, más divertido, alocado, bebedor y mujeriego. Angéla, como chica lista que es, escoge como pareja al más formal y centrado, pero como chica farandulera que también es, coquetea con el más imprevisible. Los tres son presentados como muy buenos amigos.
En términos generales, esta película resulta muy interesante en relación al tema de la infidelidad femenina, aunque a la vez suscita ciertas reticencias. Entre lo interesante, se encuentra el coqueteo permanente de la protagonista con la posibilidad de ser infiel, así como el desenlace de la historia; entre lo cuestionable, el hecho de que el film justifica la infidelidad de Angéla, convirtiéndola en un trámite tortuoso para ella. Así, la infidelidad de Angéla tiene lugar tras una pelea con su novio, es decir, en un contexto de enfado y malestar que invita al castigo; además, la infidelidad no queda integrada en la vida de la protagonista, sino que ésta la comete y luego dice arrepentirse; y en tercer lugar, el objetivo ulterior de Angéla con esta infidelidad parece ser la posibilidad de obtener el hijo que su novio le niega. De este modo, la historia otorga a la infidelidad de la protagonista una causa (la pelea) y una finalidad (el afán de castigo y la búsqueda de un hijo) que en general no parecen ser condición sine qua non para que ésta ocurra.
Pese a todo, la justificación de la infidelidad queda bastante diluida entre las numerosas evidencias de que Angéla es un animal eminentemente flirteador, y éste es uno de los elementos interesantes del film. De principio a fin se nos transmite la idea de que Angéla juguetea todo el rato (queriendo o sin querer) con la posibilidad de ser infiel. Para empezar, se gana la vida mostrando a todos sus encantos, y la canción que interpreta en el cabaret habla precisamente de lo crueles que pueden llegar a ser las chicas bellas como ella. El jugueteo y la posibilidad de ser infiel vienen de fábrica, y lo importante no es tanto que lo sea efectivamente como el hecho de que puede permitírselo si le apetece: dispone de ese arma y puede ser «cruel» si quiere, sencillamente porque es «bella».
Lo más destacable, sin embargo, es el flirteo constante que hay entre Angéla y Alfred, un coqueteo que sin duda forma parte de su relación. Ya desde el principio vemos que Angéla y Alfred tienen una relación de amistad por su cuenta, distinta a la que mantiene la pareja con él y Émile con él, y que las insinuaciones amorosas gravitan todo el tiempo entre ambos. Más adelante, Émile prácticamente entrega Angéla a Alfred para que la embarace, apelando al mito del best man ya mencionado, tan común en la representación (y en la ejecución real) de la infidelidad femenina. En esta misma escena, Angéla anuncia a los chicos que, de los dos, se irá con aquel «que haga la cosa más extraordinaria», oficializando así su disponibilidad sexual y dando pistoletazo de salida a la competencia entre ambos, invitándolos a hacer alarde de los recursos que cada uno tiene por ofrecer. Finalmente, en la escena del bar previa a la infidelidad, Alfred cuenta una anécdota que describe cómo una chica juega a voluntad con dos hombres, y que pretende sintetizar la relación que ambos han tenido siempre con ella, que podría resumirse en la frase que cierra la anécdota: «Siempre liándolo todo». Esa infidelidad estaba predestinada a ocurrir y cualquier otro detonante hubiera sido igual de válido para que tuviera lugar.
Un último punto en relación a Angéla es su caracterización como chica ingenua. En realidad, toda esa inocencia es tan de manual que se ve algo forzada, como si de algún modo la ingenuidad constituyese una parte importante de su armamento femenino. Al fin y al cabo, tan ingenua no puede ser cuando consigue justo lo que se proponía, matando dos pájaros de un tiro: resuelve la tensión sexual con Alfred acostándose con él, y además consigue que no uno, sino los dos hombres, se decidan a hacerle un hijo. Y como es tan ingenua y lo ha hecho todo sin querer, además logra que su novio la perdone. Parece haber un doble nivel de lectura en las acciones de Angéla: una cosa es lo que hace o dice de cara a la galería, como si supiera que hay espectadores mirando (santiguarse ante el «pecado» que está a punto de cometer, hacerse de rogar por su amante en ciernes, esquivar el coqueteo con Alfred), y otra lo que realmente quiere (que todos los hombres la deseen, que Alfred siga agasajándola y que se le concedan todos sus caprichos). Pese a que como espectadores la vemos santiguarse y arrepentirse, también sabemos que se ha pasado la película jugando al tira y afloja con Alfred.
El último punto interesante de este film es cómo termina, y en este sentido podría decirse que "Une femme est une femme" es mucho más atrevida que por ejemplo "The Postman Always Rings Twice" (Bob Rafelson, 1981). Al final de la película, Angéla confiesa la infidelidad a su novio Émile, y a él no se le ocurre otra cosa que proponerle embarazarla de inmediato para que, en caso de que efectivamente esté embarazada de Alfred, nunca se sepa quién es el padre y los tres puedan continuar disfrutando de su amistad como hasta ese momento. Se trata de una resolución moralmente arriesgada que, pese a todo, se desarrolla en un contexto tan cinematográfico, tan puesto en escena, que lamentablemente resulta increíble. Pero cabe destacar que ésta es la única película sobre infidelidad femenina analizada cuyo desenlace no lleva a la tragedia sino a una situación tragicómica ligera, y donde no hay consecuencias fatales ni para los hombres que la sufren ni para el bienestar posterior de la pareja. De hecho, para Angéla y Émile la infidelidad supone probablemente sólo el inicio de un nuevo estadio en su relación: precisamente aquel en el que aparecen los hijos.
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